Hace ya tiempo existe una campaña a nivel nacional e internacional para desprestigiar, calumniar y descalificar a la fe cristiana, partiendo por la Iglesia Católica.
Esto no es un secreto a voces, basta con abrir un diario, una revista, poner un canal de televisión, visitar una librería o ver la cartelera.
Antiguamente se perseguía a los cristianos con sangre. Hoy se lo persigue de una manera que parezca lo menos socialmente reprobable posible, pero la persecución es la misma. La esperanza es que justamente es en estas persecuciones donde la fe se hace más y más fuerte. Hace poco vi un fragmento - en una película - de la vida de Juan Pablo II. Sin duda que lo que lo tocó vivir lo hizo más fuerte, más sabio, y estoy seguro que al final el mal terminó sirviendo al bien.
En cuanto a libros los ejemplos sobran. Basta asomarse a los estantes de cualquier librería o puesto de revistas, y nos encontramos con libros difamatorios, blasfemos. Sí, no necesito leerlos para saber que sólo buscan el éxito a través de la controversia, de la provocación, y están inspirados por el Enemigo. Ni siquiera los voy a nombrar para seguir dándoles publicidad gratis (como si esta página fuera muy importante…pero hay que ser consecuente).
Los argumentos tales como que “son una buena historia”, “está bien escrito” o “es pura ficción”; son absurdos y estúpidos.Una ofensa inaceptable puede estar muy bien escrita, ser muy entretenida; y claro, las calumnias, son siempre ficción.
Es así como no acepto las inaceptables ofensas contra la fe cristiana, la Iglesia Católica, el Opus Dei, y cualquier institución que se trate, en base a tales argumentos. Me ofenden en el seno materno.
No le sigamos dando publicidad al famoso libro del código.
El problema es que no sólo es “ese libro”. También está en la televisión, en los medios. Tiñen nuestra sagrada Semana Santa con basuras que buscan provocar y generar desconcierto.
Un evangelio apócrifo, vago y conocido; que ya había sido desvirtuado incluso por los investigados y exégetas ateos, se presenta como una gran revelación que surge como para hacer ver que los fundamentos de la fe son relativos, que la Iglesia no está abierta al diálogo, que las cosas pueden ser de una manera o de otra. Nada más falso. El Enemigo se base en la mentira, pero en la peor mentira, esa mentira que parece verdad a medias, esa mentira que en las mentes poco preparadas y débiles de conocimiento les hace pensar que puede ser verdad. No me voy a poner a analizar las típicas críticas que leo y escucho respecto de la Iglesia Católica, me basta con decir que como laico soy parte de esa Iglesia, y todos participamos en ella. La Iglesia no es un ente expterno, nosotros formamos la Iglesia.
El interés de los medios y de las personas que promueven estas controversias, está en intentar desacreditar las enseñanzas y doctrinas de la Iglesia.
Lo que hacen es calumniar, calumniar, no importa si es verdad o mentira, al final siempre algo queda.
Esto me hace recordar la estupenda aria del Barbero de Sevilla de uno de mis compositores favoritos, Rossini “la calumnia”. Vale la pena escucharla y, por supuesto, entender y comprender el significado de su letra.
Es que el mal hace mucho ruido, se nota mucho. El bien opera en silencio. Las cosas buenas no son noticia. vivimos bombardeados de tragedias que provienen de Chile y de todo el mundo, en todo momento, pero nadie hace ver las miles de millones de almas que viven en paz y hacen el bien, nadie hace notar las maravillas de la vida.
Aquí en Chile, como corresponde, no se quedan atrás. Estrenan en nuestra Semana Santa una película que busca provocar y desprestigiar. Además blasfema. A los católicos nos agrede y nos insulta, pero no nos quejamos, ponemos la otra mejilla. Como si fuera poco, sale a ganar “premios” en el extranjero. dicho sea de paso, nunca he visto una película realmente buena que haya ganado premios, y menos de esos “premios”. Es raro que mis películas favoritas hayan ganado algún premio.
La Iglesia, contrario a los que la critican, recibe con paciencia e intenta entregar amor a quienes la ofenden.
Ya me gustaría ver cómo reaccionarían otras religiones o razas si en sus meses o semanas sagradas, se vayan a reír de ellos y profanar sus símbolos sagrados. Basta con citar el ejemplo de los musulmanes con las carituras de Mahoma y de los Judíos cuando aparece algún Nazi. Sea en serio o en broma, sea en verdad o ficción. Para ellos no es broma ni ficción.
Por último, vivimos inmersos en una sociedad en que el dios es el dinero, los templos son los mall o centros comerciales. De hecho, son los edificios más grandes que se pueden apreciar, si se sobrevuela Santiago. Eso a mí me dice mucho. En las ciudades medievales - sí, esa época histórica que es tan frecuente blanco de injustos ataques - donde la espiritualidad del hombre común y corriente estaba aprecentemente en un mejor nivel, el edifico principal de la ciudad era precisamente la Iglesia. Hoy son los mall.
Y todo vale contar de ganar dinero. Estamos llenos de publicidad, no creo equivocarme si digo que el 90% de ésta, utiliza la sexualidad insinuada o directa para llamar la atención de los clientes, para prometer un bienestar falso, un hedonismo egoísta. En el mundo de los negocios la ética es un bicho raro. Los fariseos del Nuevo Testamento cobran vida a veces en nosotros mismos. Las familias están como enfermas, decaídas, con deudas, con falsas promesas de bienestar material. El Estado promueve la desintegración de la familia, el individualismo, egoísmo. Hay quienes buscan dictar leyes para “legalizar” - en definitiva promover - aberraciones como las uniones homosexuales, la eutanasia, el aborto. En las conversaciones es frecuentes escuchar frases como “todas las posiciones son válidas”, “hay que respetar las opiniones”, y “esa es tu verdad, te la respeto, yo tengo otra”, y otros lugares comunes, que no hacen sino una falsa expectativa de relativización “políticamente correcta”, que obviamente termina por dirigir a los peores errores y desorientar toda una generación.
Hay una sola verdad. El Bien, la Belleza, la Verdad, Dios.
No dejemos que nuestros cercanos, hijos, familiares, amigos, se desorienten en esta continua metralla de ruido que no deja escuchar la voz del alma que es la voz de Dios.
Pero sin desanimarse, porque el mal hace mucho ruido y el bien es silencioso.
Somos muchos los que podemos hacer el bien. No nos quedemos dormidos. Aprovechemos el tiempo y levantemos nuestra voz.
La verdadera felicidad
La verdadera felicidad está en el encuentro con Dios Padre, en el hecho de saber que somos sus hijos y ¡cómo nos quiere! Nos creó a su imagen y semejanza, y si no fuera por él, ni siquiera nos daríamos cuenta que nos damos cuenta, simplemente no seríamos.
Cuando tenemos esa paz interior que nos permite percibir el amor de Dios, todos nuestros problemas y pesares se transforman en nada, porque somos lo más preciado de Dios, sus hijos.